La cereza es rica en hidratos de
carbono, principalmente azúcares simples como fructosa, glucosa y sacarosa, si bien
su valor calórico es moderado respecto al de otras frutas. Aporta cantidades considerables
de fibra, que mejora el tránsito intestinal.
En lo que se refiere a su contenido en
vitaminas, están presentes —en pequeñas
cantidades—: vitamina C, niacina,
folatos y provitamina A.
Tiene cantidades importantes de potasio
y en menor proporción, magnesio, hierro, fósforo y calcio, este último de peor
aprovechamiento que el que procede de los lácteos u otros alimentos que son buena fuente
de dicho mineral.
En su composición cabe destacar la
presencia de compuestos bioactivos como las antocianinas (localizadas en la porción
carnosa de la fruta), sustancias con capacidad antioxidante y con actividad
inhibitoria de la ciclooxigenasa II, por lo que se consideran compuestos protectores de los vasos
sanguíneos.
Las cerezas también aportan
monoterpenos, concretamente, alcohol perílico, compuesto con actividad antitumoral.
Numerosos estudios experimentales han indicado que dicho compuesto es capaz de
prevenir el desarrollo de algunos tipos de cáncer como el de páncreas, mama, próstata,
pulmones, hígado y piel. Además, también presenta propiedades antioxidantes,
protegiendo a los lípidos, a la sangre y a otros fluidos
corporales contra el ataque de los
radicales libres, moléculas implicadas en el envejecimiento y en el desarrollo de
diversas enfermedades crónico/degenerativas (cardiovasculares, cáncer,
osteoporosis, etc.).
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